¿Qué tal si hablamos un poco del Amor Romántico y la Salud Sexual? Dra. María Josefina Ríos josefina@consejeriasexologica.com 09 de Noviembre de 2018 Cuando
tratamos de afinar conceptos sobre el amor, podemos encontrarnos con
manifestaciones muy diferentes de lo que cada persona considera que es el amor. La
mercantilización del término, es una de las cuestiones que afecta de manera
directa a lo que pensamos sobre el tema. Aprendemos a pensar en el amor como el
sentimiento y la experiencia esencial en la vida, detrás de los cuales nos
encontramos todos y todas, corriendo, ansiosos, y con el gran miedo que imponen
las preguntas: ¿Y si no tengo un amor, quién soy? ¿Existo? ¿Estoy completo/a?
¿Soy normal? Hablemos
del amor romántico. Princesas rosas y sutiles, príncipes azules, gallardos, cabalgando
al rescate… Parece que la idea del amor romántico es una construcción basada en
la sumatoria de mitos, que se expresan en palabras y sobretodo, crean
expectativas poco realistas en las relaciones que establecemos con otras personas,
la pareja, o dicho de otro modo, el objeto de nuestro amor. Frases como: “Mi
amor por ti durará lo que dure mi vida”; “Pienso en ti cada minuto de mis
días…”; “Nadie más que tu puede hacerme feliz”; “No hay amor verdadero sin
sufrimiento”; “Sin ti, no soy nada”, llevan
implícitas las ideas de eternidad, de dependencia, de centrar la vida propia en
la de otra persona, de que amar es sufrir, la descripción de la no existencia
propia sin la del otro/otra, etc., etc., etc. Simplemente al ir leyendo estas
frases tan escuchadas, tan repetidas o tan anheladas de ser oídas, parece ya
notarse lo absurdo de las expresiones. Sin embargo, hemos aprendido que hasta
que no vivamos este sentimiento de sufrir o perdernos por el otro/otra, la vida
no valdrá la pena. La
historia, y la ciencia, golpean este romanticismo prevalente, contándonos datos
como que: "El amor en Europa antes de la Revolución Francesa no definía ninguna unión... En las clases pobres, el matrimonio era la forma de organizar el trabajo agrícola". La pasión estaba por fuera del matrimonio. Pero esta libertad no era parte de la unión, es decir elección, pasión y expresión sexual no podían relacionarse con lazos, con proyectos ni con futuro. El amor romántico es revolucionario, llega junto con los cambios de fines del Siglo XVIII para unir lo que antes se encontraba totalmente separado. A partir de ese momento amor, pasión, encuentro sexual y libertad de elección se amalgaman y las ataduras a las antiguas reglas se van transformando. Comienza así un periodo donde el amor fue expresión de liberación sublevándose al orden imperante y siendo los sujetos los dueños de sus elecciones. (1) "…Pero dicha
revolución duró poco. Con el advenimiento de la sociedad industrial y su rol
ordenador y de poder sobre el sujeto, lo subversivo del amor romántico quedó
frustrado..." El amor romántico se transformó en el reaseguro de la permanencia del matrimonio, la familia y la maternidad, moldeando los contenidos naturales del afecto como reglas de convivencia y de continuidad de los mismos. Dichas normas fueron creadas externas al matrimonio, pero inspiradas en el sentimiento. Un ejemplo de ello es que de acuerdo a las convenciones expresadas muchas veces por la Iglesia y por el Derecho, una vez encontrado el amor tenía que ser para siempre. (1) Desde la ciencia, hay varias miradas: acá compartimos la de “Helen
Fisher, investigadora
del Departamento de Antropología de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, y
experta mundial en este tema, describe la experiencia del amor en tres etapas
parcialmente superpuestas: lujuria,
atracción y apego, en cada una de las cuales se
desarrolla un proceso cerebral distinto, aunque interconectado, y regulado hormonalmente.” (1) Es decir, en resumen, El impulso sexual indiscriminado…o
lujuria, de breve duración (raramente dura más de unas pocas semanas o meses), su función es la búsqueda de pareja. La atracción sexual selectiva… o pasión amorosa o enamoramiento... las investigaciones han indicado que esta etapa generalmente termina al cabo de un año y medio a tres años. El cariño o apego, lazo afectivo de larga duración
que permite la continuidad del vínculo entre la pareja, regulado por la oxitocina y la vasopresina, que también afectan al circuito cerebral del placer; su duración es indeterminada (puede prolongarse toda la vida). (1) Y si
hablamos de salud sexual leemos que es: “Integración de los aspectos somáticos, emocionales,
intelectuales y sociales de la sexualidad de maneras que definitivamente
enriquezcan y estimulen la personalidad, la comunicación y el amor. Toda
persona tiene el derecho a recibir información y a considerar la aceptación
de las relaciones sexuales, tanto con fines placenteros como procreativos”, OMS.
(2) La salud sexual es un estado de
bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un
enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales,
así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras,
libres de toda coacción, discriminación y violencia. (3) Es decir,
deberíamos ser capaces de disfrutar nuestra salud sexual si estuviéramos bien
informados, buscáramos nuestro bienestar y si aceptáramos nuestra sexualidad,
para disfrutarla y si ese fuera el caso, también para fines de procreación de
la especie. Sin embargo, la cuestión no
es tan simple, dada la contaminación que se da cuando incluimos los mitos del
amor romántico.Podríamos decir que el daño mínimo que producen las ideas sobre
el amor romántico, es el impacto negativo sobre la comunicación adulta y
directa entre personas, que dicen amarse. Entre
otros daños más severos que produce condicionar nuestras vivencias, según las
premisas del amor romántico, se pueden citar la depresión, la ansiedad, los
problemas de autoestima, los problemas para relacionarse y la intolerancia a la
frustración. (2) Para
terminar, por ahora, pues hay tanto para conversar sobre estos temas, va sólo el encabezado de un texto de Internet,
de la autoría de Walter Risso:“Un amor
racional es aquel que se siente y también se piensa. Es una manera de
relacionarse, donde el “ser para sí” y el “ser para el otro” se integra en un
“nosotros” saludable. En el amor racional el sentimiento, por sí solo, no
basta.” (4) Referencias:
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